2013/03/29

La Fuerza de la Voluntad

“Escucha bien lo que voy a decirte, Rama, porque esta enseñanza puede liberarte para siempre de la obscuridad de la ignorancia.
La liberación que se puede conseguir en este mundo sólo se obtiene por nuestro propio esfuerzo. Cuando encontramos dificultades para conseguirlo, es obvio que no hemos puesto empeño suficiente. Lo que llamamos destino es algo ficticio que no puede demostrarse en modo alguno.
El propio esfuerzo, Rama, es una acción mental, verbal y física conforme a la instrucción de los santos versados en las escrituras. Sólo por un esfuerzo de este tipo llegó Indra a ser rey de los cielos, Brahmá a ser el creador, y las demás divinidades a desempeñar su papel en el cosmos.

Hay dos tipos de esfuerzo personal: el que es conforme a la ley y a las escrituras, y el que es contrario a estas enseñanzas. Lo que llamamos destino sólo es el eco del esfuerzo realizado en pasadas reencarnaciones. En la vida presente siempre hay conflicto entre las acciones pasadas y las presentes, pero en todo momento prevalece la acción más potente y decidida.
El esfuerzo personal no conforme con las escrituras sólo está motivado por la ignorancia con el fin de obtener ventajas personales. Cuando encontramos dificultad en realizar el esfuerzo correcto, debemos examinarlo con rigor y comprobar si se trata de una acción ilusoria, en cuyo caso tenemos que corregirla de inmediato para no envilecernos aún más. La acción correcta en el momento presente es más poderosa que ninguna de las pasadas. Por consiguiente, debemos recurrir al propio esfuerzo con una decisión inquebrantable y vencer nuestro supuesto destino haciendo rechinar los dientes si es preciso.
Un hombre perezoso es peor que un asno. Nunca debemos rendirnos a la pereza, sino perseguir tenazmente la liberación, dándonos cuenta de que la vida se escapa en un momento. No debemos disfrutar con los placeres sensibles que son como heridas infectadas y mal cicatrizadas.
El que cree que el destino le obliga a hacer esto o lo otro, es un necio que pronto será abandonado por la diosa fortuna. Si persigues la sabiduría con un esfuerzo intenso y prolongado, comprobarás que ese esfuerzo te conduce directamente hacia la realización de la verdad.
        Si en el mundo no fluyera esa perversa fuente de dolor que llamamos pereza, ¿dónde encontraríamos pobres e ignorantes? A causa de la pereza, la gente vive una vida tan miserable y desgraciada como la de los animales.
El fruto es proporcional a la intensidad del esfuerzo que cada uno ha realizado. Ese es el sentido del esfuerzo personal o fuerza de voluntad, que los ignorantes conocen como destino. Lo que unos llaman destino y otros, poder divino, no es más que el resultado de nuestras acciones. Pero debes tener en cuenta que el esfuerzo presente es mucho más poderoso que el pasado. Los que se conforman con los frutos de las acciones pasadas creyéndolas irremediables, son unos insensatos que no conocen la verdadera fuerza de la voluntad personal.
Si ves que tu esfuerzo queda frustrado por ese destino, que otros llaman poder divino o providencia, debes entender que dicho esfuerzo no ha sido suficientemente enérgico o prolongado. El hombre débil y necio, cuando se enfrenta a alguien más fuerte y sucumbe ante él, suele atribuirlo a la providencia.
        También puede ocurrir que se consigan metas importantes sin un esfuerzo aparente; por ejemplo, hay reinos en los que, si el rey muere sin nombrar heredero, siguiendo antiguas tradiciones, se elige a un mendigo como sucesor del monarca. Pero esto no es una mera casualidad ni una providencia divina, sino el fruto del esfuerzo de ese mendigo en vidas pasadas.
        A veces ocurre que los esfuerzos de un agricultor son abortados por una tormenta de granizo; es evidente que el poder de la tormenta es mucho mayor que el del campesino y éste debe realizar luego un esfuerzo mucho mayor para compensar las pérdidas. Pero no debe lamentarse por esa contrariedad. Si esos lamentos tuvieran algún sentido, todo el día estaríamos llorando nuestra muerte inexorable. El hombre inteligente sabe perfectamente lo que puede conseguir con su esfuerzo y lo que no puede conseguir a pesar de todo. Por tanto es una necedad atribuir todo eso a un agente exterior y creer que Dios nos envía tales fortunas o tales desgracias, o en suma que hay un agente externo que determina nuestro futuro. Debemos evitar el trato con personas tan frívolas e ignorantes.”

Extractos de "El Yoga del Sabio Vásishtha", Siglo IV a.C.